Yo tampoco tengo contrato de integración

No suelo meterme en estos temas, pero claro, en plena campaña electoral y a muchos kilómetros de distancia, uno se asoma por inernet a lo que pasa en casa. Y hay cosas que me alucinan. No paro de oir hablar del tema; en la radio por ejemplo, hace sólo un ratito Gemma Nierga comentaba que si el velo, que si no sé qué… Dice Fernando Trujillo que él no tiene contrato de integración y yo lo suscribo.

¿Alguien ha oído hablar de la palabra «aporofobia»? Según Adela Cortina en este estupendo artículo que se publicó hace ya tiempo en El País:»Dícese -podría constar en la caracterización, por analogía con otras- del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado». Y en ese ilustrativo paréntesis que sigue al término diría algo así como: «(Del gr. á-poros, pobre, y fobéo,
espantarse) f.» Y unos párrafos más abajo se explica:

«No repugnan los árabes de la Costa del Sol, ni los alemanes y británicos dueños ya de la mitad del Mediterráneo; tampoco los gitanos enrolados en una tranquilizadora forma de vida paya, ni los niños extranjeros adoptados por padres deseosos de un hijo que no puede ser biológico. No repugnan, afortunadamente y por muchos años, porque el odio al de otra raza o al de otra etnia, por serlo, no sólo demuestra una innegable falta de sensibilidad moral, sino una igualmente palmaria estupidez. Sólo los imbéciles se permiten el lujo de profesar este tipo de odios.

Sin embargo, sí que son objeto de casi universal rechazo los gitanos apegados a su forma de vida tradicional, tan alejada de ese febril afán de producir riqueza que nos consume; los inmigrantes del norte de África, que no tienen que perder más que sus cadenas; los inmigrantes de la Europa Central y del Este, dueños, más o menos, de la misma riqueza; siguiendo en la lista los latinoamericanos escasos de recursos. El problema no es de raza ni de extranjería: es de pobreza. Por eso hay algunos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos.»

Ufff, qué cabreo tengo…