Mis madres balcánicas

Recuerdo a mi madre balcánica número uno. Madre en el sentido más amplio de la palabra,  como en las novelas rusas, donde se llaman «madrecita» de manera cariñosa.  En mi primera incursión rumana, como buena novata, cometí una pequeña confusión con los billetes de tren y en lugar de ir directamente desde Bucarest a Timişoara terminé perdida en medio de la Rumanía  más profunda y tuve que hacer unos cuantos transbordos para llegar a mi destino. En uno de esos transbordos fui adoptada por una señora que se ocupó de mí, de mi seguridad, de mi confort, de mi alimentación y de mis relaciones sociales durante todo el trayecto. Me compró fruta (¡un kilo de uvas y ciruelas rojas!), me presentó a los compañeros del compartimento de tren en el que viajábamos,  me protegió de los pesados y me llevo de la mano hasta el siguiente tren. No se fue hasta que el tren arrancó  y nos alejamos, diciéndonos «la revedere» un buen rato. No me acuerdo de su aspecto físico pero sí de su olor, mezcla de jabón casero, sudor, sopa o repollo y fruta madura.

Luego tuve otra madre rumana, una profesora, compañera de trabajo, que se preocupaba de que comiera bien, de que no pasara frío y que me hacía regalos para San Nicolás. Esta era más tipo abuelita.

Y las he tenido luego albanesas, de campo y de ciudad, estupendas ellas, y hasta una macedonia, durante unos instantes.

La madre balcánica te trae pita que hizo el día anterior. Y a veces galletas resecas que tienes que comer delante de ella, fingiendo que están buenísimas. Si te pones enferma sabe todos los remedios caseros y te obliga a prometerle que no saldrás de casa con el pelo mojado. Y, cuando pueda, aunque estéis lejos, se las apañará para hacerte llegar una botella de rakija casera.

Ahora estoy en las manos de otra madre balcánica. Esta es de Gorazde. Es mi compañera de habitación en un hospital de Sarajevo donde me tratan una tromboflebitis. Me trae de comer a todas horas y cuando le digo que no quiero, que muchas gracias, hace oídos sordos y me obliga o me lo deja en la mesilla de noche.

Y eso que decían que madre no hay más que una…

4 comentarios en “Mis madres balcánicas

  1. Espero que ya estés mejor de la tromboflebitis… Echo de menos tus posts: a ver si escribes uno pronto 🙂

    PD: Acabo de leer esta entrada con una estudiante china a la que le ha encantado tu historia con tus múltiples madres.

  2. Pepita Pulgarcita, necesito tu ayuda. Esta vez te pido yo ayuda para traducir algo.
    No sé si te acordaras de mi. Fue allá por 2007 cuando estábamos en contacto…
    Escribe me de vuelta

      • Oh! No te preocupes era en 2016 que estuve ayudando a una amiga a traducir un poema a varios idiomas y quería ver si nos podías ayudar con el albanés, por si tenías contactos.
        El proyecto acabó con la publicación de un libro con las diversas traducciiones y un CD con la lectura de varias traducciones acompañados con música de fondo que fue compuesta a propósito para cada una de las traducciones/interpretaciones del poema.

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