«No sé estudiar» y el estudiar bulímico

La semana pasada me tocó examinar a los chicos de tercero. La asignatura se llama Didáctica del español y hay que comprimir en un semestre un montón de contenido y un montón más de prácticas y ejercicios de reflexión. Mientras en clase se machacan conceptos como competencia comunicativa, destrezas lingüística o se presentan distintas maneras de trabajar la gramática y el léxico en el aula, muchos alumnos tienen serias dificultades para expresarse (oralmente y por escrito) en español. Llevan tres años cursando la mayoría de las asignaturas en español, aunque sólo tienen clases de E/LE en sí durante el primer año, así que su nivel de comprensión es muy alto. Pero hay un enorme desequilibrio entre lo que comprenden y lo que  pueden producir. Si a eso se le añade que no saben estudiar, los resultados de los exámenes, casi siempre, son catastróficos.

Lo de que no saben estudiar fue una confesión que me hicieron el otro día varias de las chicas durante los exámenes orales. El diálogo (uno de ellos) fue, más o menos, como sigue:

[Yo] Entonces, Senada (nombre ficticio, pero que existe: ver «Esos nombre albaneses«), esto que has escrito en el examen sobre las unidades léxicas (estuvimos hablando en clase del enfoque léxico y de la enseñanza del vocabulario) está muy bien, pero está incompleto. ¿Podrías desarrollarlo un poco más?

[Senada] Hmmm… Pues… Una unidad léxica es… (empieza a recitar la misma definición escrita en el examen desde el principio, como una cantinela).

[Yo] Espera, espera, Senada. Tengo la impresión de que te has aprendido eso de memoria, pero no lo entiendes. ¿Podrías explicármelo con palabras más sencillas o poner algún ejemplo?

[Senada] Hmm… pues… no sé…

[Yo] Pero te lo sabes de memoria… ¿No sabes qué quiere decir lo que te has aprendido?

[Senada] Hmmm… (después de varios segundos de silencio) No, profe, no sé. Sólo me sé lo que he leído, que una unidad léxica es … (recomienza la cantinela).

[Yo] Ya, pero ¿qué significa todo eso? Si no entiendes lo que dices, ¿de qué sirve?

[Senada] Es que sólo sé estudiar de memoria.

[Yo] ¿Y te da buenos resultados?

[Senada] La verdad es que no siempre.

[Yo] Pues si el método no funciona muy bien, deberías cambiarlo…

[Senada] Es que no sé hacerlo de otra manera…

La pobre Senada se pone roja y los ojos le tiemblan como cuando los personajes de los dibujos japoneses van a explotar a llorar. Así que me toca tranquilizarla un poco. El resto del examen oral lo pasamos intentando reconstruir una definición propia, muy de andar por casa, de unidad léxica a partir de ejemplos que le fui poniendo.

[Yo] ¿»Casa» es una unidad léxica?

[Senada] Hmmm, creo que sí.

[Yo] ¿Y «luna de miel»?

[Senada] Hmmm, sí, también…

[Yo] Venga, entonces, Una unidad léxica es…

Cuando tuvimos la definición más perfilada, a base de más preguntas mías y vacilaciones de Senada al ver mis gestos, que iban, de alguna forma, orientando sus respuestas, le dije: vale, ahora vamos a escribirla. Y luego la comparamos con la que ella había escrito.

[Yo] ¿Cuál entiendes mejor?

Senada señala con el boli, orgullosa, la definición que hemos construido entre las dos.

[Yo] Vale, pues ya está. Tienes el cinco (al menos por este rato de usar las neuronas). Hemos terminado (me sentí un poco como un cura dando la absolución: vete, hija mía, y no peques más).

Es muy fuerte llegar a la universidad así. ¿Qué ha hecho esta chica durante toda su vida de estudiante? Tragar contenidos y vomitarlos con buena letra en los exámenes, junio tras junio (tal vez algún septiembre) durante años. Yo también he estudiado así alguna vez y sé que gran parte de la responsabilidad de este estudiar bulímico la tenemos los profesores, por el tipo de tareas que planteamos, el tipo de exámenes que ponemos, qué evaluamos…

Un desastre, vamos.

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