En didáctica de las lenguas extranjeras se habla de la importancia de la motivación para aprender un idioma y de lo importante que es contar con las necesidades y los intereses de los aprendices a la hora de programar un curso.
Normalmente es en las primeras horas con un nuevo grupo cuando se habla de estas cosas.
– ¿Por qué habéis elegido estudiar español?
– Porque es bonito, fácil (más que el alemán, el ruso…), porque me gusta España, porque tengo un amigo/a español (colombiano, mexicano, argentino…)…
Pocas veces dicen que por motivos laborales. Y eso que haberlos haylos, porque en Albania, ahora mismo, aprender idiomas tiene una salida laboral evidente de la que nadie suele hablar. Muchos de los estudiantes de español de la facultad de lenguas extranjeras de Tirana- y también los de alemán, italiano, francés…- salen de clase, se sientan delante de un ordenador, se calzan los auriculares y pasan unas horas- mal pagadas- al día vendiendo seguros, cremas, atendiendo a clientes de aerolíneas, de compañías de teléfono… Y adquieren una nueva identidad si su nombre suena demasiado raro o poco español (o italiano, francés, alemán) y se enfrentan con el español que han aprendido en clase (y viendo telenovelas, o bailando reguetón, o leyendo a Cervantes, que también los hay) a señoras que se han dejado la comida en el fuego para atender una llamada telefónica o a señores encabronados porque les han facturado dos veces el mismo billete a Roma o a tipos que llaman preguntando si pueden volar con una urna funeraria con las cenizas del abuelo.
El pobre albanés que no sabe lo que es una urna funeraria se mete en un berenjenal y hace que el tipo que se ha quedado sin abuelo pierda la paciencia; luego el teleoperador, tras la llamada monitorizada por alguien con más experiencia, perderá su trabajo por incompetente (basado en hechos reales).
La señora que dice: «mira bonita, es que ahora tengo mucha faena» probablemente no sabrá que, cuando cuelgue, la chica con la que acaba de hablar y que quería venderle una crema anticelulítica irá a buscar «faena» en el diccionario porque no sabe si es que la señora está enferma o qué le pasa.
Y como estos ejemplos hay miles. Aquí, por ejemplo, un cliente se pregunta «por qué los teleoperadores son extranjeros» y aunque comentarios como estos tienen en ocasiones tintes xenófobos muchas veces surgen porque el servicio que prestan no es de calidad).
Y sin embargo, pese a que sabemos que este es el futuro más cercano que les espera ni lo mencionamos en clase. Pensamos que todos van a ser profesores o investigadores o traductores, pero no es así.
Estos pobres jóvenes albaneses, que trabajan en condiciones de semi-esclavitud para estas empresas- haciendo trabajos a veces necesarios (la atención al cliente, por ejemplo) pero en su casi mayoría inútiles y engorrosos (telecomercial de productos «milagrosos» o de saldo; de ofertas engañosas…)- siguen un guión en el que no vienen ni todos los supuestos ni todas las posibles respuestas y no tienen las herramientas necesarias para desempeñar su función con éxito. Este éxito comunicativo, que debería ser el objetivo del aprendizaje, no está muy presente en sus clases. Hay mucha gramática y listas de vocabulario y expresiones, e incluso canciones y juegos en las aulas y en los manuales, pero hay muy poco contenido sociocultural, poca pragmática, poco desarrollo de estrategias de comunicación en la práctica diaria, en las aulas de ELE por esos mundos. Hay mucha fiesta típica y gastronomía y Machupichu y Sagrada familia y hasta «marca españa», pero poco reflejo del día a día de la gente que se comunica en español (o la lengua que sea) que no esté idealizado y poca referencia al día a día de los estudiantes. Y es normal. La mayoría de los manuales tienen un contenido lo más general posible, para que puedan servir igual en Japón, en Alemania y en Gana. Y las programaciones de las universidades no contemplan que sus alumnos vayan a ser camareros en zonas turísticas o teleoperadores. Así que todo queda en manos del profesor, que hará algo si es consciente de todo esto, o si sabe y puede. Y muchos profesores no nativos, además, no tienen un conocimiento profundo de los usos y costumbres de todos los hispanohablantes del mundo. Normal.
Pero es que si estos chicos no controlan cuándo y cómo tratar de tú o de usted; o cómo manejar la cortesía verbal- cómo ser persuasivo sin ser maleducado, cómo ser rápido y eficaz sin ser borde…, cómo dorarle la píldora al receptor, o cómo solucionarle un problema delicado o poco común que no salga en su guión- tal vez se queden sin trabajo.

míralos, qué sonrientes y felices…
Y una última cosa. Señores que manejan los callcenters en Albania: pongan un sueldo decente a estos chicos, que necesitan un nivelazo en español (nivel que probablemente ustedes no tengan en ningún idioma, y eso que ganarán infinitamente más que ellos). Y albaneses míos, no aceptéis trabajar por cuatro perras por mucho que os parezca que lo necesitáis y que por algo hay que empezar y que fregando escaleras o de camarero se gana menos. Ellos os «necesitan» a vosotros, y no sois muchos (el español no se estudia ni se habla mucho ni desde hace mucho en Albania) y estáis haciendo un trabajo superespecializado. Valoraos y haceos valorar.
Hace unos años, cuando estuve en Rumanía, ya me planteaba algo parecido. Pero entonces mis estudiantes emigraban, o lo intentaban, para ser explotados en España. Ahora ya no tienen que emigrar, son explotados en sus propios países.