Crónica albanesa (número e)

Con el curso arrancado hace un mes, hago balance de qué se cuece por aquí últimamente:
En lo profesional, ocupada con mi proyecto, que arranca con más ganas tras el verano y dando Metodología de la enseñanza de lenguas extranjeras en la universidad. Nos lo pasamos bien en clase, creo que están siendo interesantes. Mis alumnos hablan como poco tres lenguas, aparte de albanés, y casi todos tendrán trabajo como profesores de español, pues en la secundaria albanesa se contempla como lengua optativa, así que mi punto de partida es ¿Cómo has aprendido esas lenguas? ¿Cómo eran las clases? ¿Cómo te gustaría que fueran las tuyas?. Eso y unos cuantos conceptos teóricos, partiendo de que el aprendizaje de la lengua es un proceso creativo. Y me doy con un canto en los dientes.

En Albania las cosas están moviditas: aunque hay una crisis política galopante, la UE parece que al fin se decidió a permitir que los albaneses puedan, por fin, viajar por el territorio Schengen sin tener que solicitar un visado. Para «celebrarlo» la ciudad está llena de letreros «ingeniosos» en forma de señales de tráfico y ha habido explosión de fuegos artificiales y coches recorriendo la ciudad con banderas de todos los países tocando el claxon.

Por otro lado, con esa obsesión tan característica por borrar huellas del pasado de estas tierras, se han conocido los planes para derrumbar la Pirámide, un edificio destinado a ser la tumba de Enver Hoxha pero que nunca lo fue y que sirvió como centro cultural hasta hace unos añso. En su lugar el gobierno quiere levantar el nuevo parlamento, con un desembolso de pasta considerable. Así que este fin de semana ha habido algunas movilizaciones, con no mucha participación, aunque algo es algo. Los convocantes se reivindican como una generación a la que no se puede acusar de «nostálgica» del régimen, pues son todos jóvenes, nacidos muchos ya en democracia, pero reivindican la Pirámide como espacio público. Veremos qué pasa.

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