¿Podemos comunicarnos sin tener ni idea de la lengua del otro?

Yo me lo preguntaba en mi memoria de máster, y lo había vivido en carnes propias, pero nunca lo había visto así de claro en televisión:

Ayer estrenaban en la tele un concurso que propone a los participantes ir desde Rusia a China con 1 euro al día como presupuesto: Pekín Express. Los concursantes son de lo más variopinto (como todo buen casting de reality busca): mozas gogos madres de familia, maduritos aventureros, gemelas, dragqueens, matrimonios que nunca han salido de su pueblo, parejas en crisis, un chaval y su chacha, un profesor de religión y un alumno… que aterrizan en Rusia y empiezan a buscarse la vida para llegar a la siguiente cita a tiempo.

Con la deformación profesional que me caracteriza, estuve observando y esperando la primera palabra en ruso que decían: spasiba (o spasiva)= gracias. No recuerdo quiénes fueron los primeros, pero sí que hacia la mitad del programa todos los concursantes la sabían. Y es que tenían muchas cosas que agradecer: alojamiento, comida, ayuda, transporte… Y algunos habían aprendido a hacer muchas más cosas: brindaban, se despedían, pedían comida. Y es que tienen todos los elementos a su favor para aprender algo: situación de inmersión («aquí nadie habla inglés!» se quejaba alguno) y la motivación (porque dormir y comir son de lo primerito en cuestión de necesidades a cubrir). Veremos cuando lleguen a China…

El programa fue un compendio de estrategias de comunicación: algunos dibujaban, otros chapurreaban palabaras en inglés o la emprendían en plan tarzán: «yo maricarmen, tú..?», todos hacían mil y un gestos. Lo más divertido era ver las conversaciones surrealistas entre españoles y rusos y cómo, inexplicablemente, había veces en las que realmente comprendían lo que se estaban diciendo, y cada uno en su idioma. Para muestra, los dos drags a la puerta de dos dulces abuelitas rusas pidiendo hospitalidad para pasar la noche. Las abuelitas, convenientemente subtituladas, dicen:

– Niet, niet, que somos dos mujeres solas.

Los chavales, en español:

– Tranquilas, que nosotros no…, vamos que somos…

Y las rusas:

– Ah, que ellos son como marido y mujer… pues ala, majetes, p’adentro.

Y les montaron un sarao que ni Priscilla reina del desierto en una película de Mihalkov.

Como me surja un curso de pragmática…

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