Me lo encontré el primer día que llegué a Sarajevo. Sostenía una regadera a la puerta de una vieja casa en el barrio de Bjelave. Regaba las flores junto a un muro desconchado y sonreía. Le hice una foto, un poco de extranjis. Salió bastante desenfocada. Me lo volví a encontrar días más tarde en un callejón entre dos bloques cerca del río. Y lo vi de nuevo en el tercer piso de una casa en el centro. Llevaba unas alas como de disfraz de angelito. Y ayer volví a verlo, siempre sonriendo, en las ruinas de un edificio en las colinas de Trebevic. ¡Es que está en todas partes!(para leer el artículo haz click en la imagen)