El trabajo zombi

Academia de español para extranjeros X. Varias sedes en la capital del reino en un barrio bueno, con puertas de esas que se abren automáticamente y ordenadores y proyectores en todas las aulas. El negocio marcha. Tienen toda una sección dedicada al marketing, a captar alumnos y ofrecerles además paquetes completos de alojamiento, ocio cultural y nocturno y cursos de español. También organizan cursos de formación de profesores de vez en cuando. Contratan a profesores de ELE cada cierto tiempo; quieren profesores jóvenes «que tienen mucha energía y ganas de trabajar».  El sueldo es «según convenio». Les contratan por un cuarto de jornada pero harán el doble, o el triple de horas. No se las pagan extra. Se las guardan «para cuando haya menos volumen de trabajo». Luego les hacen una cosa llamada «novación de contrato». Ingeniería empresarial. ¿Será legal?

El profesor Y es un poco feliz porque  ha encontrado trabajo «de lo suyo», le gusta su trabajo y aquí, al menos, cotiza a la seguridad social. Es viernes, empieza el lunes. Recibe un mail con sus horas de clase repartidas a lo largo del día con indicaciones más o menos así: el lunes de 9.00 a 12.00 intensivo A.1; de 14.00 a 15.00 particular por skype A.1; de 17.00 a 18.00 particular en empresa; de 20.30 a 10.00 A2 lunes y miércoles.

¿Le han dado alguna orientación metodológica/didáctica/organizativa? No. Todo lo que sabe es que en los grupos se da una lección por semana. De lo que sea, lo que toque, lo que venga en el manual Z. En todos los grupos y niveles. Esto es así porque cada semana varía su horario y a lo mejor su grupo se lo dan a otro profesor que debe saber «por dónde van». Y también porque cada semana se pueden incorporar alumnos nuevos y «así controlan por dónde van». Nadie le orienta sobre cómo enfocar las clases con los alumnos chinos (muchísimos), a los que nunca se ha enfrentado. O sobre cómo hacer las clases por skype, que no ha hecho nunca. Se saca las castañas del fuego solito.

Eso sí. Le han insistido en que vaya «bien vestido» y que no llegue tarde. Y que puede hacer alguna fotocopia de otras cosas. Y que dedique algunas horas a actualizar el Facebook con fotos divertidas y etiquete a sus alumnos (le han mandado dos correos electrónicos para explicárselo).

¿Sabe el profesor Y algo sobre sus alumnos, sus necesidades, sus intereses…? ¿Sus edades, orígenes, estilos de aprendizaje? ¿Cualquiera de las variables sobre el alumnado que se os ocurran? No. Y llega al aula y tiene un vietnamita que no habla inglés y con el que se «comunica» por google translator, un italiano de erasmus, varios chinos que tienen que aprobar un examen en su país, un adolescente neozelandés que está pasando unos días en España al que sus padres han apuntado al curso para que no se aburra y una jubilada alemana que quiere comprarse una finca en Andalucía. Algunos además están en un nivel que no les corresponde. Da igual. Lección n del manual Z, obligatorio, porque hay un acuerdo con la editorial, y tira p’alante.

¿Tiene tiempo el profesor Y para prepararse las clases? No; o sí, en los huecos entre clase y clase. O en el metro, de camino a la academia. Otra cosa es que le queden ganas.

¿Le importa a la Academia X  la calidad de su trabajo? No. Nadie de la dirección le pregunta qué tal las clases, si tiene algún problema, alguna sugerencia. ¿Para qué? Los otros profesores están como él. Abrumados por los horarios infernales y el «come come» antes de cada clase, por el trabajo zombi. Nadie habla mucho con nadie. Está casi todo el mundo quemado. Los más veteranos avergonzados de las condiciones de los nuevos. Mejor no intimar demasiado. Los alumnos vienen y van. Pasan quince días en España y desparecen. Los profesores también vienen y van. Cuando acaben sus contratos y la empresa se vea en la tesitura de renovarlos o hacerles indefinidos volverán a la oficina del Inem. Y la academia contratará a los nuevos pardillos.

¿Leerá el profesor Y este post, o algún artículo interesante, o participará en un debate on line? No, no le da la vida. Estará durmiendo. Mañana tiene una clase particular con alguien. Sabe que es un A2.

[Este texto lo motiva la lectura de esta entrevista, de este artículo, de algunos tuits y de mucha jartura. Si no digo el nombre de la academia es porque el profesor Y tiene que pagar facturas, pero ganas no me faltan]

si-fueramos-medicos-matariamos-a-nuestros-pacientes

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«We want more» o «pero bueno, si nos hemos pasado media hora»

No llevo reloj. El primer año que trabajé como profesora me regalaron uno y me parecía algo imprescindible; siempre se me dio muy mal calcular el tiempo y mi gran temor era no tener material suficiente para toda la clase. Los 60 minutos a veces se estiraban como un chicle sin sabor, otras veces pasaban volando. Un par de cursos después abandoné el reloj (creo que se le acabó la pila y nunca compré otra, debe estar en algún cajón en casa de mis padres). Tenía ya más o menos en la cabeza lo que daba de sí una hora de clase y siempre podía preguntar a los alumnos qué hora era. Además hay algunos movimientos entre los estudiantes que te dicen que ya se acaba, que se tienen que cambiar de clase; cierran ellos solos los cuadernos, se empiezan a impacientar. Y hay ruido en el pasillo, o alguien abre la puerta del aula a ver si ya has terminado… Y no me va mal asi.

Hoy he empezado mi clase a y cinco y no en punto- hay una especie de mini pausas tácitas que tienen los estudiantes para cambiar de aula, o salir a fumar, o picotear algo rápidamente-. Los chicos han ido llegando con cuentagotas. En la clase anterior hablamos de los objetos cotidianos y les hice el clásico «lo que llevo en el bolso» (algo como lo que se hacía en los blogs En mi bolsillo (que empezó en 2005) o Objetos personales (de 2007); por eso lo de «clásico»). Como Mary Poppins, fui sacando de mi bolso y dejando en la mesa objetos normales (bolis, llaves, cascos, agenda, monedero…) y otros menos habituales (un ajedrez plegable, una manzana…); expliqué el vocabulario, practicamos algunas estructuras y les pedí que, en casa, vaciasen sus bolsos, hiciesen una foto y buscasen, si no lo conocían, el nombre de sus pertenencias. Así que hoy hemos proyectado sus fotos y hemos estado hablando de ellas. Les he enseñado también algunas fotos sacadas de un grupo de flickr y hemos hecho hipótesis sobre cómo serían sus dueños. Luego hemos hablado de cómo organizar todo ese vocabulario nuevo… Total, que cuando me he querido dar cuenta había pasado una hora y media y allí seguían mis estudiantes, sentaditos, atendiendo, preguntando, participando, sin mostrar esos signos de incomodidad de «ya es la hora». Nadie ha venido a echarnos, creo que éramos una de las pocas aulas ocupadas en la facultad a esas horas.

collage lo que llevo en el bolso

El otro día le pasó algo parecido a mi compañera de fatigas. Los estudiantes al acabar la clase, su primera clase de español en la universidad, le dijeron: «we want more».

Nos dejan sorprendidísimas estas reacciones. ¿Cómo que «we want more»? ¿Cómo es eso de que no queráis salir escopetaos del aula, a la calle, a los bares, a donde sea menos seguir encerrados en la apolillada universidad? ¿De dónde sale esta «supermotivación»? Es tan raro como lo de que al terminar la clase los estudiantes se te acerquen para decir «gracias». Nadie me había dado las gracias por una clase antes de llegar a mi actual destino. Ni yo había dado las gracias a ningún profesor en una clase normal- y probablemente alguno se lo merecía-.

Una de mis conclusiones es que les tratamos como personas y nos preocupamos por ellos bastante más que algunos estirados y dignos profesores titulares que pululan por los pasillos de la facultad. Otra de las conclusiones es que las clases les deben parecer divertidas o interesantes, no sé. O que somos la novedad: extranjeras, no muy revenidas aún… El caso es que es un gustazo salir así de clase. Y que da mucho más qué pensar.

«A la universidad no se viene a aprender una lengua…»

Una servidora y sus alumnos de primero- gente que nunca ha estudiado español antes-sufrimos los estragos de un syllabus cortado según los patrones del apolillado- pero resistente- método de Gramática&traducción. Algún día alguien nos encontrará moribundos, axfisiados, por los pasillos de la facultad, como peces a los que se les ha negado el agua del acuario, (agua… qué ocurrencias!). Por eso necesito un pequeño desahogo cibernético, aunque sé que mi caso no es excepcional. Universidades y escuelas de todo el mundo siguen programas similares: primera semana, el alfabeto, la fonética y las normas de acentuación. Segunda semana, el sustantivo: género y número. Tercera: el adjetivo: género, número, formación del comparativo y el superlativo… Así hasta la semana número 15, fin de un semestre a lo largo del cual se habrá abordado el artículo- y sus usos y cuándo ponerlo y cuándo no-, el presente de indicativo con todas sus irregularidades (incluído el verbo roer) y si da tiempo, los usos y el contraste entre ser y estar.

Elacatinus prochilos (Broadstripe Goby)

Las explicaciones se dan en la lengua de los alumnos, dos horas por semana impartidas por la profesora titular. Dos horas a la semana de listas de ejemplos, reglas y excepciones y ejercicios de huecos sacados de manuales amarillentos y gramáticas editadas a finales de los 80. El argumento siempre es el mismo: esto no es una escuela de idiomas, aquí se viene a conocer la lengua en profundidad. Toma profundidad.

A la vez los estudiantes tienen una hora con la lectora extranjera- yo, pero antes otras como yo- en la que hay seguir el ritmo del programa, poniéndolo «en práctica». Para esa hora semanal no me sirve apenas ningún material de los manuales que conozco: los contenidos avanzan a un ritmo mucho más lento del que necesitamos, no tenemos tiempo «que perder» (el tiempo de reconocer, identificar, practicar, insistir, machacar, repetir, reflexionar, con distintas dinámicas, desde distintas destrezas….). Y me las tengo que ingeniar. Mis alumnos necesitan ir poniéndole ya algo de ropa léxica y comunicativa a ese esqueleto de normas morfológicas que tirita de frío, formado con frases como «atención con los sustantivos que terminan en -dad o en -tud, acaban en consonante pero son palabras femeninas: senectud, heredad…» o como  «el artículo se usa delante de los días de la semana y con las horas, excepto después del verbo ser: ejemplo hoy es domingo«. Eso sí, cuando llego yo me preguntan que qué significa «hoy».

Mis pobres alumnos, entonces, se aprenden de memoria estas y otras reglas, y listas de palabras que ilustran los casos extraños de la lengua española (¿cómo es el plural de carmesí o alhelí?) porque en el examen oral- en su lengua- tendrán que demostrar lo que han estudiado.Y memorizan palabras que no saben ni pronunciar y hacen ejercicios de poner en plural o en femenino pero no saben el nombre de los objetos de la clase (ahora ya sí) ni que aunque sea de noche- anochece sobre las 16.30- no tienen que decirme «buenas noches» cuando entro en clase.

¿Cómo afrontar este panorama? El primer día de clase se asustan porque no me entienden nada, les tranquilizo y les digo que iremos poco a poco, partimos de lo que ya saben, de las similitudes con las otras lenguas que conocen o estudian, y vamos aprendiendo a saludar, a presentarse, a hablar de uno, de las cosas que nos rodean- del aula a la calle, a la ciudad, al mundo… Los contenidos casi los van demandando ellos en su necesidad de comunicarse conmigo y yo con ellos. Vamos organizando lo que saben y lo que necesitan saber decir- por ejemplo en mapas de vocabulario-, jugamos, nos reimos. Creo que lo único que puedo hacer en ese rato en el que están expuestos a la lengua es trabajar con ellos estrategias. Estrategias para el autoaprendizaje, que es a lo que están destinados. Estrategias para ir llenando sus lagunas léxicas a partir de lo que recuerdan de una canción o de una serie y preguntándome a mí, o al que sabe algo más de la clase, y usando con cabeza los diccionarios o las herramientas digitales a su alcance. Estrategias para detectar y entender los mecanismos morfológicos con los que les atiborran a partir de algo significativo y accesible, que no les frustre. Estrategias para la comprensión: inferir significados cuando me escuchan o cuando leen. (Les insisto, por ejemplo, en que no tienen que entender todas las palabras de un texto, que deben ir tirando de las que conocen y haciendo hipótesis sobre el significado de lo demás). Es duro para ellos y a mí me hace sudar la gota gorda. Y a veces salgo de clase, después de haber practicado los números o de haber jugado a adivinar personajes, y pienso «¿¡qué demonios estoy haciendo con estos pobres muchachos?! ¡¿Y conmigo misma?!».

Lo que más me alucina es que a pesar de todo lo que tienen en contra en un semestre terminan aprendiendo bastante, comunicándose con relativo éxito. Es lo que tiene el interés y el empeño personal. Aunque algunos se van quedando por el camino, frustrados y aburridos.

Si alguien tiene alguna recomendación o buena idea para encarar estas clases que no se corte. La agradeceré de mil amores.

Micro-actividades ELE (IV): estímulos visuales para…

¿Os toca presentar en clase el vocabulario de los muebles o utensilios de la casa? ¿la descripción de objetos? ¿las acciones cotidianas? Acabo de ver este proyecto y se ha disparado mi imaginación.

Lo normal es que el diseño esté pensado para solucionar un problema (A).

  • La taza donde podemos mojar galletas sin romperlas:
  • El jersey para poder caminar abrazado y calentito:

Pero (B) también podría usarse para hacernos imposibles actos cotidianos como comer:

Posible explotación de (A): se enseñan imágenes de los objetos, se describen, se reparten en la clase en pequeños grupos que trabajan en la campaña de promoción: se le pone nombre a objeto, se graba/redacta/representa un spot a lo teletienda: «¿Cuántas veces le ha pasado que al ir a mojar en el café su galleta preferida ha tenido que romperla…? Eso no volverá a ocurrir con la nueva taza…»

Posible explotación de (B): se enseña una galería con algunos de los objetos ¿qué tienen en común? ¿cuál os gusta más? ¿a quién se los regalaríais? ¿se os ocurre algún otro objeto incómodo?

Imágenes potentes como estas seguro que disparan la curiosidad y las ganas de hablar/escribir/hacer/imaginar/compartir de los estudiantes.

Telenovelas vs Breaking bad en clase de ELE

La primera clase que hago este año con los principiantes en la universidad de Sarajevo ha estado llena de perlas. El programa de la asignatura es super Gramática&traducción, old school a tope, aunque la profesora responsable me deja autonomía en clase para «practicar lo que ella da» en las «horas serias» de clase. Así que como sé que en seguida se aturullarán con el artículo y sus usos y formas, cuándo se pone y cuándo no- cosa que además de compleja para empezar les trae de cabeza porque en su lengua no hay artículos-, para que no odien las clases de español desde el día 0 suelo dedicar la primera hora a hacerles ver lo que ya saben en español, que suele ser mucho más de lo que yo sabía de su lengua y su cultura el primer día que me senté en un aula a aprenderla.

Así que primero me presento; les explico con mil gestos y dibujillos lo que serán mis horas y les pido que escriban. Normalmente no empezaría a escribir hasta que llevásemos unas cuantas semanas, pero aquí no mando yo. Les pido, pues, que escriban 3 nombres de personas «famosas» de España e Hispanoamérica, 3 lugares y 3 comidas y bebidas. Hoy he añadido al combo 3 palabras o frases.

Evidentemente, en la primera cuestión lo que más salen son nombres de futbolistas. Y son nombres estupendos, porque Piqué y Casillas y sirven, por ejemplo, para que se den cuenta de que hay un sonido, /k/, que se escribe de dos formas distintas. Y luego sale, a lo mejor, Garsía Márques, y casi siempre un Servantes. Y así hay excusa para hablar de sesear y cecear, de la ce y la ese. Y Paulo Coelho- y entonces les digo que, oh, sorpresa, es brasileño! y no vale. Inevitables son también los Iglesias, padre e hijo, que también vienen muy bien porque así sale la «qu+e» del niño y la maravillosa jota del primero de la saga, Julio, y no Hulio, como lo suelen escribir. Shakira, Penélope Cruz, etc son también personajes fijos. A veces el más malote menciona al Che Guevara, aunque casi nunca lo saben escribir.

Luego el fútbol sigue haciendo favores al estudiante novato y en el apartado de lugares salen todas las ciudades con equipos españoles en primera división. Y descubren que Barcelona y Valencia empiezan con dos letras distintas pero que representan al mismo fonema. Y así sigue la clase, con los burritos, tortillas, fajitas, tacos, tequila, mojito y sangría de rigor, todo muy aprovechable ortográficamente.

En el último apartado, el de las palabras o frases en español que conocieran, la hegemonía del binomio pasteloso telenovelas/música latina es aplastante: te amo, mi amor, maldita, te extraño, yo soy tu madre, la gente está muy loca… Les he dicho que en «yo soy tu madre» estaba todo lo que iban a ver en el primer semestre: presente, posesivos, vocabulario relacionado con la familia… y que si ya se lo sabían nos podíamos ir. Nos hemos reído todos mucho y eso está muy bien en la primera hora con principiantes.

Hasta ahí todas las primeras clases en casi todos los países en los que he trabajado como profesora de ELE hasta la fecha han sido muy parecidas. Pero hoy me han alegrado el día tres referencias no telenoveleras: alguien ha dicho desde las últimas filas «Luke, yo soy tu padre». Otro había escrito solo nombres de personas relacionados con la cultura: Borges, Dalí, Frida Kahlo (ya me doy con un canto en los dientes). Y una chica ha dicho «Los pollos hermanos».  ¡Viva Breaking bad!

Las palabras que faltan II

(En las palabras que faltan I ya hablaba un poco de todo esto hace un tiempo)

Cuando empiezas a aprender una lengua, al principio todo gira en torno a uno, a lo que uno puede decir sobre sí mismo o sobre lo que le rodea de forma inmediata. Por eso hay veces que con las palabras que vienen en los manuales no es suficiente.

El otro día en clase estuvimos haciendo un mapa de vocabulario sobre la ciudad. Quedó una pizarra tan estupenda que le hicimos una foto para no perderla. Y es que en un mapa así no sólo pones las palabras que ya conoces sino que puedes organizar las que sabes y además piensas en las que no sabes y te haría falta conocer.

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Hoy hemos estado completando ese mapa con las palabras que los estudiantes necesitaban para describir su calle o su barrio. En una ciudad como Sarajevo, aparte de «lo normal» que hay en «todas las ciudades», hay tranvía y trolebús, escaleras y cuestas- muchas cuestas-, mezquitas, iglesias y sinagogas, y cementerios.

La semana que viene vamos a empezar a escribir pequeños textos, pero no les voy a pedir que describan su habitación o su casa. Para que usen el vocabulario que saben de forma significativa vamos a escribir para la web, para dar contenido en español a una página de viajes en la que no hay nada sobre Sarajevo. (Se lo sugerí una vez a mis alumnos albaneses y les gustó tanto la idea que algunos lo hicieron sin que se lo pidiera). A ver qué sale esta vez.

Yo, por mi parte, ando aprendiendo (ya sin red) también las palabras que me hacen falta. Y he aprendido las cosas de la casa (porque necesitaba una), y las de los restaurantes y los bares (porque tengo que comer y beber)- he aprendido a llamar a la pita de patatas «krompirusa» y a la de espinacas «zeljanica», y he aprendido que un croasant con chocolate es «kroasan sa cokoladom» y con queso «sa sirom». o sea que la preposición «sa» va con instrumental, que termina en «-om».

También he aprendido palabras como «lopovi» (ladrones), porque se lo oigo gritar todos los días a los que salen a la calle a manifiestarse desde hace casi ya un mes. Y he aprendido que uno de los verbos más productivos es «raditi». Porque la gente, además de saludarse diciendo «Sta ima?» (qué hay?) también se dice «Sta radis?» (qué haces?). Porque el tranvía  o el ascensor «radi» o «ne radi» (funciona o no) . Porque uno de los bares que más nos gusta a veces «ne radi» (no abre). Y porque una vez al mes tengo «radna subota»  (sábado laborable).