La churumbela se ha incorporado este año al mundo escolar. Tiene tres años y ha empezado en 1º de Infantil en uno de los colegios públicos del barrio. Son 25 niños y una profesora bastante joven (a eso le supongo yo energía, ganas, ideas frescas y entusiasmo, pero igual es mucho suponer), pero recién aterrizada en el centro, interina, que apenas ha tenido su propio periodo de adaptación.
Empatizo con ella a tope, porque por las mismas fechas yo también he empezado a trabajar en un instituto de secundaria como profesora interina de lengua y literatura. Y me citaron un día, hice el papeleo y desembarqué en el centro que me asignaron y al día siguiente ya estaba dentro del aula. Sin saber nada del alumnado, sin conocer la programación del departamento, sin la posibilidad de intevernir en dicha programación… Sin saber dónde están las aulas, el baño de profesores o la biblioteca (¡ay, la biblioteca!). Sin saber a quién pedir tiza y rotuladores, o cómo funciona (o si funciona) el ordenador. Sin conocer el reglamento del centro o los criterios de evaluación.
Todo va llegando con cuentagotas: la cuenta de correo, las intrucciones para entrar en raíces , el sistema de gestión de la Comunidad de Madrid (¡aún no he conseguido acceder!). La primera junta de evaluación inicial, en la que te enteras de quién es la tutora de tu(s) grupo(s), conoces a otros colegas, te anuncian que tienes alumnos ACNNEE, que tienen que ir al PT… Y te vas familiarizando también con la jerga, las siglas y los procedimientos.
Poco a poco voy descubriendo a otros muchos interinos, como yo, por los pasillos o en la sala de profesores, poniendo al mal tiempo buena cara, fingiendo tenerlo todo controlado en clase, porque los estudiantes no te conceden tregua ni periodo de adaptación.
La adaptación de la churumbela ha ido bien. La profesora ha estado abusando, para mi gusto, de Peppa Pig y audiovisuales comerciales similares. Imagino que para darse ella también algún ratito de tregua, como hacemos a veces los padres o hacen los abuelos cuando no saben cómo entretener a los críos. Pero va contenta, está aprendiendo a limpiarse sola cuando va al baño, se queda a comer y parece que come. Los padres que estamos acostumbrados a las dinámicas de las escuelas infantiles, con su agenda para comunicar si la criatura duerme, come, hace pis o no, ha tirado del pelo a Mateo o está un poco inquieta, echamos de menos un poco más de información. Pero tenemos que aprender a confiar. Confiar en que esa profesora que acaba de aterrizar en el centro (la profesora de mi churumbela, yo misma también) lo hará lo mejor posible y lidiará con sus inseguridades, sus vacíos de información, los usos y costumbres de su nuevo centro sin que sus alumnos lo noten demasiado.
Acaba el periodo de adaptación. Bienvenidas (a Matrix) al cole.
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