Hace tiempo, en la prehistoria de este blog, escribí una entrada sobre para qué y cómo usábamos el ordenador las tres personas que vivíamos en mi casa. Coincidíamos, básicamente, en que los tres enviábamos mails. Por lo demás, yo cacharreaba con todas las herramientas web que encontraba, me iniciaba en aquello de las redes sociales, de los agregadores de noticias, marcadores sociales…; mi chico veía videos de youtube una y otra vez, leía la prensa, jugaba a algún juego en red y hablaba por skype; mi hermano básicamente mandaba emails.
Hace menos de un mes nos regalaron unos smartphones. Yo estoy escribiendo esto desde el mío. Mi chico acaba de hablar con su hermano por skype, ha escuchado la retransmisión de un partido de basket de un programa de radio española y ha recibido felicitaciones de cumpleaños por «guasap». Yo me he bajado mil aplicaciones- además de las «evidentes» twitter, facebook… y las que vienen de fábrica- para probarlas: una de dibujo, una de edición de vídeos, un curso de idiomas… Él se ha bajado juegos.
Mi conclusión (muy simplificada, confieso que el juguetito me tiene enganchadilla y que le veo muchas posibilidades, hasta para clase) es que los smartphones nos sirven para lo mismo que ya usábamos el ordenador, lo que ha cambiado es que el telefonillo pesa y abulta menos. Que lo llevamos encima y estamos constantemente conectados (y probablemente eso sea lo mejor y, a la vez, lo peor). Que subir una foto o un video es más fácil e inmediato. Que el teclado del móvil es más enano y por eso se cuelan más letras fuera de sitio (perdón por lo mal escrito que quede este texto).
Y por último y no por ello menos importante, podemos también hablar por teléfono.