Cómo está el patio (del colegio)

Lo leo en la prensa (maestros suspensos en primaria; los errores más garrafales de los aspirantes a maestros…), me llega por twitter (donde circulan ya, de coña, mensajes con el hastag #pedagogíanui o #teoríadelandamiaje, y hay todo un serio debate #dbtprofesores), por el reader (que, por cierto va a cerrar); escriben sobre el asunto, entre bromas y veras, colegas profesores varios (Joselu, por ejemplo)… así que no lo he podido evitar y quería darle una vuelta al asunto.

Vaya por delante que me parece que todo esto no es nuevo y que algún oscuro interés habrá detrás para sacarlo en titulares justo ahora (supongo que crearles mala prensa a los profesores y maestros que tanta «lata» están dando con sus mareas), como se pregunta Toni Solano, cui prodest?. En realidad si hicieran algún tipo de prueba a los políticos, o a representates de cualquier otro gremio, tampoco saldrían muy bien parados.

La famosa carta que Esperanza Aguirre envió a los profesores en 2011

Pero vayamos al quid de la cuestión: ¿Cómo nos pueden sorprender estos titulares si, además de los (pocos) que lo hagan por vocación, la mayoría de los que entran en las Escuelas de Magisterio lo hacen porque no les ha dado la nota para hacer otra cosa? ¿Cómo es posible que para acceder a esos estudios la nota de corte sea de un 6, o un 5, o ni eso si vas por la privada? ¿Cómo encontrar un número suficiente de maestros competentes entre tanto aspirante a funcionario de por vida y tanta niña ñoña con la carpeta forrada de bebés y corazones pero que no sabe hacer la o con un canuto?

Describe Joselu en su post la desalentadora situación de sus clases (y las de muchos otros colegas de profesión) y yo, que me veo en el escalón siguiente, la universidad, veo que el retrato también se ajusta a lo que tengo frente a mí. La pregunta que nos hacemos lógicamente todos es «¿cómo es posible que este/a chico/a haya llegado hasta aquí?» Y solemos siempre mirar hacia la etapa anterior.

No tengo hijos (todavía) pero miedo me daría llevarles a la escuela y dejarles en manos de incompetentes (ufff, yo fui (soy) una estudiante muy crítica y lamento decir que la mayoría de mis maestros y profesores fueron bastante nefastos, salvo a muy poquitos; también he de decir que a pesar de todo aprendí cosas, sobre todo aprendí a no querer ser como mis malos profesores).

La enseñanza debería ser un ámbito al que sólo accediesen los más preparados, los más aptos, los más capaces. Otra cosa está en cómo medirlo, pero no estaría mal empezar por exigirles a los estarán a cargo de la educación infantil y primaria, probablemente la fase más importante, clave en la formación de esos niños que serán luego adultos, más rigor, sólidos conocimientos, espíritu crítico, creatividad, etc. Lamentablemente muy poco de esto es cuantificable en una nota. Pero hablar de evaluaciones, oposiciones, etc es ya otro cantar.

Mi padre decía siempre que para que la educación funcionase a los profesores debería pagárseles como a los mejores cirujanos (y exigirles, obviamente, la misma profesionalidad, el mismo nivel de preparación, de esfuerzo…).

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5 comentarios en “Cómo está el patio (del colegio)

  1. Cuando estudié el Máster de ELE en la UB estaba rodeada (en la biblioteca, en la cafetería…) de estudiantes de Magisterio y la pregunta que me hacía todo el rato, como tú, era: cuando algún día tenga un hijo, ¿cómo voy a llevarles a que les dé clase alguno de estos lumbreras?
    Por otro lado, siempre me pregunto ¿por dónde empezamos? ¿Hay que mejorar la enseñanza primaria para que lleguen mejores maestros a las escuelas o hay que empezar por la enseñanza en la universidad para que se forme mejor a los alumnos en la primaria? No sé por dónde, pero hay que cambiar esto ya.

  2. El descrédito se forja con pequeños detalles como éste del informe, pero sobre todo cuando durante mucho tiempo se va dejando la Educación como algo secundario, hasta llegar a convertir las escuelas e institutos en guarderías. Siempre ha habido excepciones, pero en los años de bonanza muchas familias menospreciaban la labor del maestro: todos hemos oído en clase los ecos de lo que escuchaban en casa: «vaya pringados los maestros, aguantar niños por tan poco dinero». Ahora que vienen mal dadas, somos la envidia y hay que derribarnos como sea. Es lamentable.
    Gracias por la mención.

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